lunes, diciembre 24, 2007

Calurosa Navidad

Este año volví a ser el Grinch. Volví a odiar la Navidad. O más que nada, al trámite que eso implica. Eso de salir a gastar, hacerse cagar lo pies bajo el calor de mierda, de buscar, buscar y rebuscar alguna chuchería para no quedar mal pone de mal genio hasta el más paciente. Pero si, lo asumo, es mi culpa, por dejar todo a última hora, por no cachar que inevitablemente tendría que hacerme el tiempo para elegir regalos y hacer las compras. En mi defensa, debo decir que el clima no favorece en nada al estado de ánimo... ¿quién cresta puede sentirse "navideño" bajo 31 grados? Creo que hubiese matado a alguien si escuchaba un villancico más cantado por Luis Miguel. Siento pena por los empaquetadores de Almacenes Paris.

En fin, lo peor ya pasó, ya tengo el 85% de mis regalos, y ya un poco más calmado, comenzaré de a poco a encontrarle sentido a este día (espero). No pretendo gran cosa. Me conformo con una rica cena en familia y colemono helado. Así de básico.

Aprovecho la oportunidad de saludar y desearle lo mejor a toda la gente que se asoma por acá; a varios los conozco personalmente, a otros, asi como de lejos nomás, y algunos caen por accidente, buscando quizás qué cosa... Ojalá que todos puedan disfrutar una velada alegre, en compañía de familiares y amigos; creo que se trata de éso, a fin de cuentas... les deseo a todos una Feliz Navidad!

lunes, diciembre 17, 2007

20 años no es nada...

Si, la cara es más larga, la ñata más grande... pero en general algunas cosas permanecen "casi" iguales...

lunes, diciembre 03, 2007

Chiste Fome

Yo soy un firme defensor de los chistes. De todos. Incluso de los fomes. De hecho, recurro a ellos permanentemente, y mientras más fome, más tonto, más absurdo, mejor. El truco está en saber contarlo, o más bien, en el momento de contarlo. Suena raro eso de “contarlo”. Tirarlo sería el verbo más adecuado, porque es algo que sale de la boca, sin pensarlo demasiado (si uno lo piensa mucho, se toma conciencia de lo fome que es, y al final no se cuenta nada, y se va todo al demonio!). Es que no hay nada que resulte más efectivo para romper el hielo, distender el ambiente, crear conversación o soltar el ánimo que un chiste fome. Porque siempre hay alguien, siempre hay un incauto que no lo conoce, que no se lo espera. Y se ríe, que es lo peor. Y contagia. Y al rato, después de que la talla pasó hace tiempo, se vuelve a acordar del chiste y vamos riéndonos de nuevo.

Yo tengo un par de esos regalones, que son viejos-viejos, de esos cuando uno pasaba las tardes de los sábado viendo al guatón Francisco (más rato me agacho a recoger el carné…):

Un tipo (gallego, obvio) llama por teléfono a otro, y le dice: “Hola Paco, te hablo por la plancha…” “Hombre! Qué bien se escucha…!” (cuek!)

O el del tipo aquel que le cuenta a otro: “hombre, me he comprado cien palomas…” “¿mensajeras?” “No, no te exagero…” (cuek! cuek!)

Espantosos. Horribles de fomes. Pero, cosa curiosa, igual provocaron risas en su momento. Claro, fueron momentos de angustia, tensión, y encierro en una oficina de 2 x 2, pero igual vale (además, estoy hablando de que el que más se reía es un weón que no sabía cómo murió Picasso… o sea! Ese weón no cachaba nada de chistes!)

Ahora que recuerdo, yo antes tenía hartos chistes estúpidos en la mente, listos para salir al primer estímulo externo que lo gatillara. Más feo que esto, más malo que lo otro, más penca que no-sé-qué, y asi… y ahora no se me ocurre nada. No tengo ni uno. Últimamente lo dejo más a la improvisación, a inventar en el momento… pero es necesario tener una talla a mano, siempre, porque nunca se sabe cuando se puede necesitar. Y lo garantizo, no hay mejor forma de llegarle a la gente que haciéndola reír. ¿Una porción más grande de comida en la fila del almuerzo? ¿Qué la tipa de la farmacia lo atienda mejor y no con cara de poto? Sea amable, relajado y haga el loco un rato. No hay nada que funcione mejor.