viernes, noviembre 28, 2008

Te llevo bajo la piel

Esta semana me he enterado que el Metro de Santiago cumple 40 años. Y debo confesar que, como habitante de esta ciudad (que no es lo mismo que decir Santiaguino, ojo!), siempre he tenido un cariño y un respeto especial por el Metro. En una ciudad sucia y ruidosa, desordenada, sin definición, sin un ícono, que a ratos me gusta, que a ratos odio, el Metro pasaba a ser algo especial, lo que la distinguía, lo que la hacía querible. Limpio, eficiente, moderno, era un lujo recorrer el tramado subterráneo. Siempre recuerdo haberme sentido como huaso la primera vez que conocí la recién inaugurada Línea 5, por allá a fines de los 90s. Miraba asombrado las estaciones, los carros nuevos, casi volando por el novedoso tramo en altura… era una cosa impresionante, me sentía en el futuro (o en Alemania, no sé… cualquier parte, menos Chile)

Todos sabemos que eso se acabó hace un par de años con el Transantiago. El sistema colapsó, y se tuvo que recurrir a medidas extremas para mantener el nivel de servicio: asistentes de anden (los famosos jedi), recorridos express, alargar su horario de atención, etc. Y aunque han servido en parte, todos sabemos que no es lo mismo: el Metro se chacreó. Ya no está tan limpio, ya no es tan cómodo, ya no es tan amable, la joyita ha perdido parte de su brillo. Pero uno igual le tiene cariño. Sigue siendo especial, sigue siendo lo mejor de Santiago.


Por lo mismo, me ha gustado conocer parte de su historia en los reportajes de los noticieros. Ver las imágenes de archivo, con el tajo gigante en la Alameda mientras lo construían, ver cómo reaccionaba la gente en su inauguración, conocer las anécdotas varias que un proyecto de esta naturaleza implica: los trazados originales, la estación fantasma, la eterna interrogante de qué pasó con la Línea 3, los suicidios, los partos, la mantención de los carros, los objetos perdidos, etc. De verdad cuesta creer que hayan pasado 40 años, y que sigamos usando los mismos carros, funcionando impecables.


Producto de todo esto, algo especial me pasa con los metros; siento una fascinación indescriptible por los trenes subterráneos. Donde voy, la ciudad que sea que tenga metro, me siento obligado a conocerlo. Tengo que subirme. Es una tontera, pero me gustan los metros. Y claro que uno hace la comparación – casi obligada – con el de Santiago, y es rico darse cuenta que no estábamos tan mal, que nuestro metro era de lo mejor, que íbamos en la dirección correcta, que alguna vez se hicieron las cosas bien. De no haber sido por un accidente mayor como el Transantiago seguiría siendo el regalón de la ciudad. Con una línea más, paralela a la Línea 1, y algunas mejoras, como tarifas semanales y mensuales (en vez de estar cargando la Bip a cada rato) mejores accesos, y señalética adecuada, creo que estaríamos de lujo. A nivel mundial.


Ojalá se pueda dar, volver a hacer del Metro algo único, de lo que nos podamos sentir orgullosos. Como alguna vez lo fue.


A continuación, algunas fotos de mi colección personal-freak de metros del mundo


(click en la imagen para agrandar)

jueves, noviembre 20, 2008

An Evening with Kevin Smith

Estimado Sr. Farkas (o cualquiera de mis amigos con dinero para despilfarrar)

De verdad me haría muy feliz - bueno, no sé si tanto como éso, pero de seguro me alegrará un par de tardes - si se rajara con alguno de éstos discos, cualquiera, lo que sea su cariño... ahora si son los 2, p´ta que sería la raja... es que son de ésas películas que no se encuentran en la cuneta, no llegan al cine, y con cueva Cinemax las transmite a las 7:00 A.M. (nadie puede!)

Yo creo que mejor me compro un VHS (si es que existen aún) y la dejo grabando... es la mejor opción (léase como mejor=barato)

1000% recomendable. Cagaderos de risa al por mayor. Garantizado.